sábado, 6 de abril de 2013

EL NIÑO EN PSICOANÁLISIS





Este ensayo parte de un trabajo presentado en el conversatorio Psicoanálisis e infancia. ¿Qué es un niño? (Actividad de la Asociación foro del campo Lacaniano en Pereira Colombia),  el 27 de mayo del año 2010, publicado en la revista letra analítica de la UAJFK y que el trabajo convocado en la RED RHIPNA me permite entonces seguir pensando y formalizando, la inquietud acerca del trabajo con los niños, la intervención en la institución de acuerdo a su objeto y visión de niño, el concepto y trabajo desde el psicoanálisis sobre la infancia.

Es pretensión de este escrito hacer una breve revisión del concepto de niño desde el segundo de los “Tres ensayos de una teoría sexual[1], texto en que Freud hace el descubrimiento del niño sujeto, que como el adulto, posee una sexualidad, aunque no igual a la del adulto ni realizada de igual manera; también los textos “El esclarecimiento sexual del niño[2] y “La organización genital infantil[3].  Trata también de incluir algunos datos históricos que permiten entender de donde surge y que trae las actuales concepciones que podamos tener sobre la infancia.

En el articulo “De la inocencia del niño a la sexualidad infantil”[4], la autora hace un detallado recorrido por la historia para mostrar, los diferentes tratos y concepciones que se ha dado al niño desde la época romana en la que la vida y crecimiento del niño era más atribución que daba el padre, quien en un acto de elevación luego de su nacimiento le aceptaba y reconocía, dándole entonces el derecho a la vida; hasta el momento en que Freud postula su teoría de la sexualidad infantil, tiempo en el que el niño era considerado un inocente, falto de conocimiento sobre lo sexual y carente de lo sexual en si, asunto que solo aparecía entonces en la pubertad.
Philippe Aries, en su texto[5], se dedica a investigar las representaciones estéticas o artísticas antiguas, del Medioevo, góticas, religioso, literarias etc. buscando ubicar la infancia. Encuentra que el niño no era representado como tal, de hecho en un principio no trataba de representársele, menciona por ejemplo “El tema es la escena del Evangelio en la que Jesús pide que se le acerquen los niños, y el texto latino es claro: parvuli (Párvulo: significa pequeñez poquedad, sencillez, candor, ingenuidad, pureza del ánimo). Ahora bien, el miniaturista agrupa alrededor de Jesús a ocho hombres verdaderos, sin ningún rasgo de la infancia, los cuales han sido simplemente reproducidos a tamaño reducido. Sólo su talla los distingue de los adultos.”[6], y al parecer esta dificultad o resistencia a aceptar la forma infantil desde el arte aparece desde culturas muy arcaicas, dejando ver en estas representaciones estéticas algo del lugar del niño o la infancia en dichas culturas o momentos históricos. Pero no solo el arte, dijo o no algo sobre la infancia, dice Aries: “Los historiadores de la literatura (mons. Calvé) han hecho la misma observación a propósito de la epopeya, donde los niños prodigio se conducen con el mismo arrojo y fuerza física que los valientes. Sin duda alguna, eso significa que los hombres de los siglos X y Xl no perdían el tiempo con la imagen de la infancia, la cual no tenía para ellos ningún interés, ni siquiera realidad.”[7]
Representar la niñez con las características físicas y cualidades de los hombres adultos, representa para Aries, que la infancia es entendida entonces como una etapa de transición, de paso, pues el niño deberá adquirir pronto habilidades que le permitan mezclarse con los adultos y compartir su cotidianidad, pero además esta etapa parece ser -sino rechazada- olvidada por su poca importancia. Y esto era evidente también en costumbres alrededor de la muerte, la imagen del niño no se conservaba ni en los vivos que llegaban a ser hombres, tampoco la de los niños muertos en la primera infancia, El sentimiento que ha persistido muy arraigado durante largo tiempo era el que se  engendraban muchos niños para conservar sólo algunos. Aún en el siglo XVII, en la alcoba del parto se oye, en medio del comadreo, la voz de una vecina, esposa de un relator del Consejo de Estado, que calma la inquietud de la parturienta, madre de cinco "pillos", con estas palabras: "Antes que puedan causarte muchos sufrimientos, habrás perdido la mitad, si no todos." ¡Extraña consolación!. La gente no podía apegarse demasiado a lo que se consideraba como un eventual desecho.”[8]. Tal indiferencia podía obedecer también a la situación demográfica del momento, comenta este autor, ya que nacían muchos y morían también muchos, a la falta de preparación para la vida, a la fragilidad  y debilidad que se les suponía.

 Después se nota un cambio en los sentimientos hacia la vida y la muerte de los infantes, pues se empiezan a ver representaciones de los que mueren en los retratos familiares o en las estatuas que acompañan las lápidas familiares, en estas los niños muertos se representaban con un menor tamaño o con una cabeza o cruz en sus manos. También se conocen retratos de niños enfermos a modo de exvotos u ofrendas.
DeMause, recopila en su obra otro arsenal de costumbres sobre la infancia, solo hasta el siglo XIX se prohíbe el infanticidio o vender los niños (ilegitimos, mellizos, malformados o niñas), la lactancia era mal vista por lo que existían las amas de leche (mujeres de clase baja). El control de esfínteres fue nuevo solo en el siglo XVIII, antes se llenaba a los niños con comida y se vaciaban con purgas y cremas. Mucho tiempo los niños fueron objeto sexual de los adultos sin que esto fuera juzgado como malo o dañino, lo que da cuenta de que no se pensaba que lo sexual o la sexualidad tuviesen relación con la niñez.
Después en el siglo XII, vendrá la representación estética de los ángeles desnudos, con la cual se relacionará a los niños en su gracia, pureza, y alma inmaculada, muy influenciada por la religión pues es ésta la imagen y características del niño bautizado, lleno de inocencia, o más bien que recupera la inocencia.  La influencia de la religión trae consigo un cambio sobre el concepto, trato y relación del adulto con el niño.

En el siglo XVI, el comportamiento del adulto frente al niño no tenia tantas restricciones, era permitido que un niño pequeño jugara con sus genitales libre y públicamente, los adultos se permitían palabras y acciones escabrosas, más porque no se pensaba que esto afectara su inocencia, se pensaba que era un ser irracional que no diferenciaría tales temas y a quien no concernían de ningún modo. Más al cumplir siete años, según la iglesia católica iniciaba el uso de la razón y también entonces la educación, deberá aprender sobre los modales, y moderar o cohibirse de comportamiento que antes había podido exhibir ante otros. Esto conjugado con las formas de pedagogías creadas en el tiempo, donde la severidad excesiva no pretenden sino domeñar y someter el cuerpo, la carne de hombres y mujeres, portador de algo pecaminoso y vulgar.

 Yolanda López en su articulo, reconoce dos cualidades o dimensiones que se atribuyen a la naturaleza del niño en esta época: ”Una positiva que lo hace objeto de transformación y adiestramiento y una negativa, que habla de él como un ser que carece de razón, débil, e inclinado al vicio. Esta segunda naturaleza del niño es el efecto de ser el fruto del pecado original.”[9]  Así, la educación moralista de la época se encarga de erigir al niño como el que no sabe, ni debe saber nada sobre lo sexual, y quien además requiere de un gran esfuerzo educativo que domeñe las costumbres o vicios que trae de su temprana infancia. Aries cita a un gran exponente de esta doctrina, el teólogo Jean Gerson Todos se habrán de comportar con los niños de otra manera: se les hablará sobriamente, utilizando solamente palabras y gestos decentes. En los juegos se evitará que los niños se besen, se toquen con las manos desnudas, o se miren. Se evitará la promiscuidad de los niños con los adultos, por lo menos en la cama, aunque sean del mismo sexo.... Se prohíbe rotundamente tocarse in nudo ya sea jugando o de otra manera. El niño debe oponerse a que otros lo toquen o lo besen y si lo permite debe inmediatamente confesarse para reconocer su culpa. Dice además que "sería bueno" separar a los niños durante la noche". (Aires 1987)

Otro historiador de la infancia, Loyd de Mause,[10] plantea dos lugares para los niños: como recipientes, de proyecciones de los adultos, sobre todo portadores del mal que era necesario sacarles, lo que se pretendía con costumbres como, el bautizo, golpes, ataduras en fajas, etc. Por lo que la relación padre-hijos era totalmente disciplinaria; por otro lado tenían un lugar de inversión, pues los niños cuidarían de los padres, devolviendo o dando a estos cosas y cuidados cuando lo necesitasen dejándolos como propiedad de estos.

En el tiempo de nacimiento del psicoanálisis se vive entonces una época en la cual al niño se le ve como un inocente, desconocedor de lo sexual, considerado como débil e irracional, cualquier rasgo que expresaran sobre esto era considerado como horrorosos o temprana corrupción y era severamente corregido o castigado. La sexualidad era tema oculto y saber del cual se privaba a los niños, para no contagiar su inocencia y pureza, lo cito ”los educadores, en la medida en que prestan alguna atención a la sexualidad infantil, se conducen como si compartieran nuestras opiniones acerca de la formación de los poderes de defensa morales a expensas de la sexualidad, y como si supieran que la práctica sexual hace ineducable al niño; en efecto, persiguen como vicios todas las exteriorizaciones sexuales del  niño, aunque sin lograr mucho contra ellas”[11] En el tiempo de Freud no existían estudios sobre la sexualidad infantil, y ni hablar de que se considerara influyente en la posterior constitución de la sexualidad en la edad adulta, pero Freud se da cuenta en sus investigaciones, y gracias a sus observaciones clínicas que las vivencias de la infancia tiene gran relevancia en los años posteriores y específicamente en la formación de la neurosis, pues gracias a los recuerdos que sus pacientes conservan como consientes observa como muchos de los síntomas que presentaban tenían origen o guardaban relación con la infancia, y especialmente con asuntos concernientes a la sexualidad, “el análisis reveló en el enfermo, lo mismo que en el soñante y en el artista,  el niño que pervive a penas modificado, iluminó las fuerzas pulsionales y tendencias que imprimen su sello peculiar al ser infantil, y estudio el desarrollo que lleva desde él a la madurez del adulto”[12]. Eso que hace sello desde la niñez y que perdura a penas modificado es la pulsión, que siempre está ahí, como empuje, que tiene o devela la pregunta por la sexualidad. Termina por afirmar que la sexualidad es una dimensión presente en los sujetos desde que nacen, por lo que nombra a los niños como perversos polimorfos refiriéndose con esto a que portan la pulsión sexual en sus diversas formas, que llamará pulsiones parciales y que restos de estas pueden quedar ancladas en los síntomas de los adultos.
Si bien Freud nunca trato directamente niños, su trabajo siempre lo condujo a investigar y teorizar sobre este periodo de la vida, que se puede seguir en 3 momentos: 1) en relación a la Teoria de la seducción infantil, donde los síntomas se relacionan con un suceso traumático de carácter sexual acontecido en la infancia, este surgía de nuevo en la adolescencia con la aparición de la sexualidad; aquí tenemos un niño pasivo invadido en su inocencia por la sexualidad del adulto.

El 2) momento podemos ubicarlo en el tiempo de los 3 ensayos de la teoría sexual. En el primero luego de analizar lo que en su momento llamó las aberraciones sexuales, Freud concluye que en su base hay algo innato, que de caso en caso puede fluctuar y “realzarse” por influencias vitales, pero que siguen siendo “raíces innatas de la pulsión sexual” (Freud, 1905) y dice: “De este modo, nuestro interés se dirige a la vida sexual del niño; estudiaremos el juego de influencias en virtud del cual el proceso de desarrollo de la sexualidad infantil desemboca en perversión, en la neurosis o en la vida sexual normal.”[13] En dicho texto Freud se encarga de ubicar el desarrollo de la sexualidad desde la niñez, como germen de las perversiones, por lo que nombra a los niños “perversos polimorfos”, en quienes se observan las pulsiones parciales que se exteriorizan claramente en  conductas del niño, todo lo cual parece caer en la amnesia infantil en la mayoría de los sujetos. Aquí el niño es activo, fantasea, muestra deseos incestuosos, se construye tempranamente el complejo de Edipo.

Y un 3er momento a partir de 1906, donde se dedica más a hacer observaciones de niños que se discutían en las reuniones de los miércoles, entre ellos sus hijos, nietos y Juanito a quien Freud trato por medio de su padre, le encargaba observarlo sistemáticamente y le daba indicaciones de cómo tratarlo.
Para el psicoanálisis la sexualidad es constitutiva, natural, más no en la forma del instinto, y el desenlace que de esta hace un sujeto en su infancia es estructurante, así el paso por el Edipo y lo que queda, la prohibición del incesto y la ley del padre, permitirán el particular ingreso de ese sujeto como tal en la cultura. Con estos postulados contradice totalmente el discurso de la época que pensaba la sexualidad como algo que aparece solo hasta la pubertad o en la edad adulta, además el concepto de la sexualidad como la dimensión humana que solo persigue la reproducción como fin último.

En su texto “el esclarecimiento sexual del niño” -carta en respuesta al doctor M. Fürst, médico de Hamburgo director de una revista dedicada a la medicina social y la higiene en la que se publicaría dicho articulo- responde sobre si es pertinente dar información a los niños de dicho conocimiento, lo que juzga de mera mojigatería y tal vez de la ignorancia misma de los adultos en el asunto. Retoma un poco lo tratado en los tres ensayos mostrando como incluso en el niño recién nacido se pueden ver exteriorizaciones y sensaciones de índole sexual. Piensa que este saber de no ser entregado por un adulto de confianza, continuará intrigando al niño por lo que Freud llama pulsión de investigar.

Este recorrido permite ubicar como el niño es o surge, primero con todo su carga pulsional y constitucional, la cual Freud descubrió como la sexualidad infantil, pero también surge en el espacio –por decirlo así- que el Otro le guarda. “El ser del niño emerge de esta manera, del discurso del Otro. De un Otro que significa los seres y las cosas e inscribe, a través del lenguaje en el interior del sujeto y de la sociedad los diversos sentidos en los cuales y por los cuales, el niño define una posición frente así mismo y a sus semejantes.”.[14] Cuando el psicoanálisis habla del Otro, puede referirse a varias cosas pero sin pie a grandes confusiones. Hay un Otro para el niño que nace que es la madre, quien es el primer objeto de amor, es el Otro materno de los cuidados, a quien dirige la primera demanda desde la necesidad y después desde el deseo. También esta el Gran Otro, entendido como el campo de lo simbólico, del lenguaje, la cultura, en el cual el niño o todo ser viviente deberá inscribirse de una manera particular para constituirse como sujeto. Así, la familia, la escuela, y todas las instituciones creadas culturalmente representan ese gran Otro del lenguaje en el cual el sujeto encuentro o no, se hace o no a un lugar.

Si bien el psicoanálisis plantea que el sujeto elige sobre su posición frente al Otro, también plantea que el lenguaje le pre-existe, y es posible que ese otro tenga abonado un terreno en su deseo para ese niño que llega. Esto se ilustra, de manera sencilla, por ejemplo en el caso de madres que añoran, buscan y esperan con gran ilusión u hijo, dando un lugar a ese niño en su deseo que se puede revertir en amor y anhelo; o el caso contrario puede haber una madre que al enterarse de su embarazo manifieste rechazo y con este marque el lugar en su deseo para su hijo (ejemplo más bien sencillo e ingenuo, si contamos con que el deseo en el psicoanálisis no es tan solo lo anhelado en la conciencia, hay que descifrarlo luego de refrenar un poco el goce para que entonces el deseo surga).  A esto se refiere Lacan cuando dice que el lenguaje pre-existe al sujeto, porque el Otro tiene manera de decir, de significar al niño incluso antes de su aparición en lo real.

Este recorrido rápido por algo de lo que dice el psicoanálisis, para ilustrar como la historia nos muestra los distintos modos en que el Otro de la época ha dado un tratamiento al niño, pensando en como se concibe, lo que se espera del niño, lo que no se le permite, lo que se cree que lo constituye. En los últimos tiempo además, hemos visto grandes cambios en la “forma” de tratar al niño, pasando por ignorarlo, desecharlo si recordamos el tiempo del infanticidio no judicializado, despreciarlo, subestimarlo en su saber y habilidades, corregirlo, educarlo, etc., a reconocerlo, venerarlo, escucharlo, privilegiarlo, atenderlo, tal vez con la comprensión actual de que el tiempo de la infancia no es una edad perdida o desperdiciada, sino que es el parte -importante- del ciclo vital a la que se le da ahora un trato especial. Pasamos de no tratarlo a darle un trato especial. ¿tan especial que ahora parece que no se sabe qué hacer con ellos? ¿se sabía en otro tiempo que hacer o como hacer con la infancia?
Son numerosísimas las expresiones que encontramos en la clínica privada y en los distintos ámbitos que tratan la niñez y la adolescencia, que dejan ver un cierto desconcierto o desconocimiento frente a la tarea de padres y educadores, es común escuchar. “..yo ya no sé que hacer con él…, …se me salió de las manos…, nadie puede con él…, ”, en especial las personas mayores que conocieron y vivieron algo del régimen educativo familiar y social anterior al discurso de los derechos, expresan que es gracias a este que la niñez “ya no se deja manejar” ¿qué es lo que ahora no se deja manejar? ¿Cómo se manejaba antes?.
El discurso de los derechos pretende darle lugar desde la existencia como tal dentro de una sociedad y un estado que por la historia, no lo reconocía, un niño no era un niño, era un adulto pequeño, un adulto en desarrollo, no era si alguien más no se tomaba la “molesta” tarea de atenderlo o cuidarlo, incluso la muerte o la perdida de un hijo no era motivo de aflicción pues seguramente vendrían muchos más. 

Como se puede leer el asunto con el psicoanálisis -Ante la naturaleza de lo pulsional –sexual- en el niño, ¿cuál es el papel de las instituciones socializadoras –familia, escuela, sociedad-?. Freud también expuso en su texto “El malestar en la cultura” sobre este tema, las instituciones y la familia, así como la cultura, tienen por función regular, limitar, lo pulsional de los sujetos que tiene a cargo, con miras a que se conviertan en servidores o colaboradores del avance, sostenimiento y progreso de la civilización. La renuncia pulsional como lo nombra Freud. Ponerse frente a los niños y adolescentes como orientadores, como modelos que sirvan a la identificación, lo que no significa necesariamente modelos a seguir o ejemplares, sino figuras en las que el niño pueda encontrar los significantes que le digan algo sobre el amor, el cuidado, la ley y el lazo social, también los que tal vez le dirán sobre si mismo, quién es en el deseo del Otro, significantes con lo que más adelante ese sujeto pueda hacer y en los que se pueda representar. ¿Qué significantes sobre la infancia tenemos hoy?, ¿interfieren en nuestra intervención con niños y adolescentes?

Pareciera como si la infancia siguiera representando lo que en otros tiempos, tal vez Freud diría hoy que un niño por su carácter de perverso polimorfo –lo que es atemporal- sigue mostrando lo que hace molesto o incontrolable de lo pulsional para todo sujeto. ¿es el saber sobre lo sexual lo que realmente estaba en discusión en las antiguas concepciones sobre la niñez?


LAURA MARCELA DUQUE O.
Miembro RHIPNA - Pereira
Miembro Foros del Campo Lacaniano de Pereira
Miembros de la Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano. 



[1] FREUD, Sigmund. Tres ensayos de teoría sexual (1905). Obras Completas Tomo VII
[2] FREUD, Sigmund. El esclarecimiento sexual del niño (Carta abierta al Dr. M Fürst) (1907). Obras completas Tomo IX
[3] FREUD, Sigmund. La Organización genital infantil (1923). Obras completas Tomo XIX
[4] LÓPEZ, Yolanda. De la inocencia del niño a la sexualidad infantil. Articulo publicado en la revista Virtual del departamento de psicoanálisis de la U. de Antioquia, Affectio Societatis.  Vol 2, No. 4 de junio de 1999.
[5] ARIÉS, Philipe. El niño y la vida familiar en el antiguo régimen. Capitulo II, el descubrimiento de la infancia. 1987. Versión digital.
[6] Idém.
[7] Idém
[8] Idém.
[9] LÓPEZ, Yolanda. …
[10] deMause, Lloyd. Historia de la infancia, 1974…
[11] FREUD. Pag. 162. Tres ensayos de teoría sexual-1905. Ed. Amorrortu
[12] FREUD, Sigmund. Prologo a August Aichhorn, al libro Verwahrloste Jungend –Juventud Descarriada-. 1925.
[13] FREUD. Pag. 162. Tres ensayos de teoría sexual-1905. Ed. Amorrortu pág, 156
[14] LOPÉZ, Yolanda. De la inocencia del niño a la sexualidad infantil. Articulo publicado en la revista Virtual del departamento de psicoanálisis de la U. de Antioquia, Affectio Societatis.  Vol 2, No. 4 de junio de 1999