DOS NOTAS SOBRE EL NIÑO
Estas dos notas manuscritas entregadas
por Jacques Lacan a la Sra. Jenny
Aubry en octubre de 1969, fueron publicadas
una primera vez por ella, con mi
autorización, en un libro suyo aparecido en
1983.
J.-A. M.
En la
concepción que de él elabora Jacques Lacan, el síntoma del niño está en
posición de responder a lo que hay de sintomático en la estructura familiar.
El
síntoma, y este es el hecho fundamental de la experiencia analítica, se define
en este contexto como representante de la verdad.
El
síntoma puede representar la verdad de la pareja familiar. Este es el caso más
complejo, pero también el más abierto a nuestras intervenciones.
La
articulación se reduce en mucho cuando el síntoma que llega a dominar compete a
la subjetividad de la madre. Esta vez, el niño está involucrado directamente
como correlativo de un fantasma.
Cuando la
distancia entre la identificación con el ideal del yo y la parte tomada del
deseo de la madre no tiene mediación (la que asegura normalmente la función del
padre), el niño queda expuesto a todas las capturas fantasmáticas. Se convierte
en el "objeto" de la madre y su única función es entonces revelar la
verdad de este objeto.
El niño
realiza la presencia de eso que Jacques Lacan designa como el objeto a en el
fantasma.
Satura de
este modo, sustituyéndose a ese objeto, el modo de falta en el que se
especifica el deseo (de la madre), sea cual fuere la estructura especial de
este deseo: neurótico, perverso o psicótico.
El niño
aliena en él todo acceso posible de la madre a su propia verdad, dándole
cuerpo, existencia e incluso la exigencia de ser protegido.
El
síntoma somático le ofrece a este desconocimiento el máximo de garantías: es el
recurso inagotable para, según los casos, dar fe de la culpa, servir de fetiche,
encarnar un rechazo primordial.
En suma,
en su relación dual con la madre el niño le da, como inmediatamente accesible,
aquello que le falta al sujeto masculino: el objeto mismo de su existencia,
apareciendo en lo real. Resulta de ello que en la medida misma de lo que
presenta de real, estará expuesto a un mayor soborno en el fantasma.
Por lo
que parece al ver el fracaso de las utopías comunitarias, la posición de Lacan
nos recuerda la siguiente dimensión.
La
función de residuo que sostiene (y a un tiempo mantiene) la familia conyugal en
la evolución de las sociedades, resalta lo irreductible de una transmisión -
perteneciente a un orden distinto al de la vida adecuada a la satisfacción de
las necesidades- que es la de una constitución subjetiva, que implica la
relación con un deseo que no sea anónimo.
Las
funciones del padre y de la madre se juzgan según una tal necesidad. La de la
Madre: en tanto sus cuidados están signados por un interés particularizado, así
sea por la vía de sus propias carencias. La del padre, en tanto que su nombre
es el vector de una encarnación de la Ley en el deseo.
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